AMORDAZADA.

«Salir del armario», subliminal ofensa hecha expresión que se ha introducido con suma facilidad en nuestra lengua para referirse a las personas que su orientación sexual es una alternativa. Obligadas a permanecer a escondidas, en el anonimato, avergonzad@s por lo que sentimos y hacia quiénes hacemos sentir.

El mismo día que confirmé  alto y claro mi sexualidad  -tras varios años de rumores y en este caso bien fundados-  se me prohibió, en cierta forma, continuar con la aparente normalidad que hasta entonces había llevado. Comentarios y alusiones hacia el cuerpo de mis semejantes (no físico), sin ninguna pretensión por mi parte, comenzaron a molestar  e incluso a tacharlos de pervertidos. Me había convertido en un ser altamente peligroso mirando a mi alrededor de soslayo, de pasada,  para esquivar el obstáculo que no era otro que el de una mirada  inquisitiva.

Ha pasado tiempo desde entonces pero, la carga emocional, aún sigue viajando conmigo acaparando la atención de aquellos que desaprueban cómo soy. Pero el mismo tiempo me ha enseñado a soportarlas, a aceptarme, a conseguir finalmente una identidad que me pertenece como persona que siente, ama y respeta

Nada más lejos de querer ser únic@ sino más próxim@ de querer ser aceptad@. Porque amar de una forma diferente a la que estamos acostumbrados no es una falta ni un error, es una más de tantas. Para tod@s aquell@s incrédul@s que están convencid@s de que estamos enfermos les diré algo:

La moneda está lanzada al aire y puedo asegurar que salga cruz o cara yo seguiré siendo el/la mism@. Mi suerte es saber andar por el canto de la moneda.

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